Animalia Catedralensia
Lebreles, buitres o ranas campan a sus anchas bajo bóvedas góticas. El plumaje, las escamas y las colas de animales reales o mitológicos pueblan los rincones más insospechados de la Catedral de Valencia
Son muchos y llevan cientos de años observándonos, tantos que hoy en día el visitante, por muy avezado que sea, nunca los toma en consideración. Incluso la diaria apertura de puertas, una clara vía de escape al aire libre, no ha logrado que emigren, han preferido adaptarse a su nuevo hábitat. Palomas, caballos o leones aparecen en las portadas, la nave central, o la girola, no hay rincón en el que el mundo animal no quede representado en alguno de los diferentes artes constructivos o artísticos que han dado vida, eso sí animal, a la Seo en sus ocho siglos de vida.
En ocasiones reflejan la virtud del artista que quiso adornar su obra, su columna o su cuadro. En otras los animales que recorren los muros están ahí para adoctrinar, o para enseñar a quienes en la edad media no sabían leer pero sí reconocer al Espíritu Santo en una paloma o la nobleza en un can a los pies de un personaje histórico.
Para situar al feligrés o turista que quiera repasar algunos de los testigos mudos de los diferentes actos litúrgicos podríamos efectuar un repaso por las diferentes áreas en las que se divide la Catedral, empezando por ejemplo por las portadas.
La Puerta de la Almoina, la más primitiva, recoge una interesante mezcla en sus cenefas de animales fantásticos junto a otros característicos en el simbolismo Cristiano como la paloma, el cordero, un grupo de camellos o un buey.
Cerca de allí los propios arbotantes que dan a la calle Barchilla descansan sobre perritos en forma de gárgolas. En otra de las portadas, la de los hierros, aparecen leones vigilantes que custodian la entrada a visitantes y curiosos.
La puerta de los apóstoles, precisamente la que acoge al tribunal de las aguas en sus reuniones semanales, incluye en las jambas una mezcla de animales mitológicos y reales como dragones, caballos, jabalíes o ciervos.
Una vez hemos recorrido el exterior podremos apreciar el universo animal que habita resguardado de la lluvia, a cubierto de la intemperie desde hace varios cientos de años.
Nada más entrar hacia la capilla del Santo Cáliz encontramos una lucha mítica entre monstruos con rasgos animales y hombres, la llamada psicomachia en la que se unen realismo y fantasía.
No muy lejos de allí se alza la majestuosa nave central que está soportada por grandes pilares en cuya base se aprecian aún monos, ranas, perros, un oso e incluso un fauno. Son pequeños detalles, apenas licencias de los maestros canteros que aprovechaban para dejar su huella decorando los pesados bloques que daban empaque y sostén a la arquitectura medieval.
Hasta ahora hemos hablado en su mayoría de animales esculpidos pero no podemos obviar la abundante fauna que descansa en la colección pictórica del templo. Encontramos en el museo un bestiario pintoresco y muy variado, destacan las moscas del cuadro al que dan nombre, el caballo de San Pablo, un cordero junto a San Juan Bautista, varias palomas representando al Espíritu Santo, o un cerdo en el cuadro que representa a San Antonio Abad.
Siguiendo con el inventario pictórico en la sacristía encontramos el caballo de San Martín que podría acompañar a otros equinos como el de San Jaime de la girola.
Podríamos continuar enumerando decenas de animales reales, figurados, o místicos, pero en esta ocasión acabaremos con el último que ha sido descubierto, se trata de la esfinge que adorna una de las liras de los ángeles músicos de los frescos de la Catedral.
Éste estaba oculto hasta hace poco, fue pintado hace mucho, pero seguro que aún quedan más por salir a la luz y todos ellos perdurarán ahí de nuevo ocultos, impasibles al paso del tiempo y acompañando el calendario litúrgico desde hace ya más de 800 años.