La obra del trimestre octubre-diciembre 2016 es una predela de tres cuerpos que forma parte del Retablito de la Inmaculada, dato que ha podido conocerse gracias a recientes investigaciones. Procede del antiguo Museo Arqueológico Diocesano y fue restaurada en 1982 por la Universidad Politécnica de Valencia.
Esta predela en concreto recoge en el centro la imagen de Cristo en el sepulcro, típica de estas piezas en los retablos valencianos, enmarcada por las imágenes de santo Domingo de Guzmán y de san Vicente Ferrer. En cuanto a los rasgos más comunes del pintor se encuentran los perfiles acusados, con multitud de líneas en las fisionomías, ojos sesgados y las vestiduras que presentan pliegues de diferente tamaño, en algunos casos pequeños y en otros amplios. Las figuras aisladas sobre un fondo neutro destacan por la captación de lo inmediato y el tratamiento de la luz veneciana. De ese modo gana protagonismo el colorido desmayado, debido probablemente a la rapidez de su producción, para responder a la gran demanda de pintura devocional.
Por otro lado, el fondo está compuesto con ruinas o elementos propios del mundo antiguo, como una columna partida, en referencia al gusto por lo clásico que se profesaba en el siglo XVI.
Pasando a tratar más a fondo las escenas que componen la predela, vemos cómo en la primera comenzando por la izquierda aparece santo Domingo de Guzmán ataviado con el hábito blanco y negro propio de la orden de predicadores. Además porta una cruz y una Biblia cerrada que contiene el magisterio teológico, fundamento de la predicación del Santo fundador de la orden de Predicadores o Dominicos.
En la escena central aparece Cristo en el sepulcro, asistido por un ángel, como aguardando la resurrección. Llaman la atención, detalles como son las heridas, la corona y la presencia del ángel.
Esta escena tiene relación con el sacrificio eucarístico que es memorial de la muerte y resurrección de Jesucristo.
En la última escena San Vicente aparece con la mano derecha levantada y el dedo índice apuntando al cielo (detalle que aparece representado antes de su canonización en 1434), además de con una filactelia que dice: “Timete Deum Et Date Illi Honorem Quia Venit Hora Judicii Eius” (Ap. 14,7), es decir: “Temed a Dios y dadle Gloria, porque llega la hora de su juicio”. Todo ello culmen y resumen de no solo de su espiritualidad, sino también del mensaje que trasmitió a lo largo de su tarea evangelizadora.
San Vicente Ferrer ingresó en el convento de Santo Domingo de la orden de predicadores de Valencia, el 2 de febrero de 1367. El 5 de febrero tomó los hábitos, siendo al año siguiente cuando profesaría solemnemente. Más adelante, es ordenado diácono y enviado a Tolosa a cursar sus estudios. Ya sería en el año 1378 cuando finalmente sería ordenado sacerdote, momento que supondría no solo el inicio de su predicación, sino también el marco de acontecimientos importantes como el de ser lector de Teología en el aula capitular de la Seo de Valencia.